Después de meses pensando y repensando la mejor opción, mientras meditaba (más de la cuenta) en un caluroso sábado de Julio, Mudi se
cruzó en mi camino en forma de petición de SOS de Puntanimals. Tenía
apenas 3 meses y se había quedado en la calle junto a muchos hermanos
(demasiados) después de que su dueña fallecieran. Iban directos a la
perrera. Las voluntarias habían podido coger a los más pequeños y
estaban buscándoles desesperadamente un lugar que no fuera el refugio,
menos aún la perrera, porque eran tan jovencitos... Me dije que era el
momento. Cuando veáis la primera foto entenderéis por qué ese mismo día
cogí el coche (yo que quería un perro adulto y ya educado que pudiera
tener sin problemas en mi piso alquilado con dueño que no quiere perros)
y me fui desde Sevilla hasta Huelva a por él.
Durante
estos casi dos años se ha convertido en una parte fundamental de mi
vida. Mi orenjocete levantó una orejita, luego la otra, y llena mi
corazón de alegría cada mañana cuando viene a despertarme con su carita
de haber dormido tooooda la noche. Pensaba que mi corazón estaba ya
completo con Tao, el morenito que veis en las fotos, pero Mudi ha venido a demostrarme que el cariño es una fuente inagotable.
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